Artículo Volumen 5, Nº2, 2017

Resurgimiento de las organizaciones estudiantiles de izquierda revolucionaria. percepciones y autodefinición de los actores / The resurgence of the student organizations of the revolutionary left. perceptions and self-definition of the actors (*)

Autor(es)

Camila Ignacia Araya Guzmán

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Artículo presentado el 22 de mayo y aceptado el 14 de junio 2017.

 

* Tema presentado en el GT 15: Sociología de lo juvenil del 9° Congreso Chileno de Sociología, realizado en la Universidad Católica del Maule, en la ciudad de Talca, entre los días 11 y 14 de octubre 2016, con el título de “Ideas de surgimiento y sentido común como tensión ideológica en el movimiento estudiantil chileno. Una perspectiva desde la autodenominada izquierda revolucionaria”.

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Resumen

El presente artículo refleja los hallazgos preliminares de la investigación “Ideas políticas y clivajes en el movimiento estudiantil chileno. Una aproximación desde las juventudes que se autodefinen marxistas”1, los que apuntan a la indagación sobre el porqué emergen las organizaciones de izquierda revolucionaria en el período actual. De esta forma se presentan, a continuación, algunas características de dos categorías emergentes reflejadas en la idea de necesidad y sentido común como tensiones ideológicas y procesos de enmarcamientos en disputa dentro del movimiento estudiantil chileno. La información producida se basa en un estudio descriptivo y exploratorio con enfoque cualitativo.

 

Abstract

This paper reflects the preliminary findings of the research “Political ideas and cleavages in the Chilean student movement. An approach from the youths that are self-defined as Marxists” , those who aim to the inquiry about the reasons for the emergence of the organizations of the revolutionary left in the current period. Thus, some features of two emerging categories are provided, which are reflected on the idea of the need and common sense as ideological tensions as well as framing processes in dispute inside the Chilean student movement. The information collected is based on a descriptive and exploratory study using a qualitative approach.

 

1.   INTRODUCCIÓN

Este artículo describirá las categorías emergentes sobre la idea de necesidad, la cual brinda contenido a la explicación de surgimiento y/o reestructuración de organizaciones políticas estudiantiles de izquierda revolucionaria posterior al año 2011; y el sentido común como dispositivo del orden democratizador. Se presentan como categorías emergentes, ya que se inducen de los discursos de los jóvenes entrevistados, lo cual asume la importancia del rescate de las experiencias y percepciones de los mismos.

De esta forma, el escrito se estructura con cuatros apartados. El primero, acercamiento a la problemática, sintetiza la problematización de la investigación desde una perspectiva socio-histórica enfocada desde la experiencia llevada a la práctica del marxismo de la década del ’60 en Chile y América Latina, como consecuencia de la influencia de la Revolución Cubana. Además se genera la conexión con la crisis de cultura política y los procesos de politización del Chile postdicatorial, como elementos que ayudan a comprender la ideologización y desideologización de la sociedad chilena en general, y cómo esto se va vinculando con el Movimiento Estudiantil.

El segundo apartado describe la metodología utilizada, la disciplina desde donde habla, la selección de la muestra y las tipologías de organizaciones que se utilizaron para diferenciar a grupos de militantes.

En los hallazgos preliminares, en primera instancia, se busca dar respuesta al porqué surgen nuevas organizaciones políticas estudiantiles de izquierda revolucionaria posterior al año 2011; sin embargo, al realizar un análisis con mayor profundidad, nos encontramos con que muchas de las organizaciones2 de las y los militantes entrevistados eran preexistentes a esa fecha. En ese sentido, el 2011, como consecuencia de las manifestaciones estudiantiles, además de visualizar un nuevo clivaje social que hace la distinción entre Estado y mercado, también permite la apertura para la reestructuración de dichas organizaciones preexistentes, que habían estado marginalizadas. De ahí entonces que la idea de necesidad asume tres características explicativas: 1. necesidad de reestructurarse de acuerdo con el contexto de las demandas; 2. necesidad de brindar organicidad a encuentros y experiencias ya vividos por las y los jóvenes; y 3. la necesidad de una estrategia política de llegar a sectores a los cuales no se estaba llegando.

Por otra parte, la idea del sentido común permite identificar la tensión existente entre las distintas corrientes de izquierda del Movimiento Estudiantil, que marca las diferencias ideológicas y que además muestra la necesaria disputa por el sentido común. Es por ello que se trata como un dispositivo del orden democratizador, ya que quienes han mantenido la hegemonía del Movimiento Estudiantil tienden a discursos que apuntan al consenso como principio democrático; mientras que, organizaciones que tienen discursos radicales y transformadores, que apuntan a otro modelo de sociedad, son marginalizados y vistos como carentes de sentido común.

Finalmente, en las reflexiones se sintetizan las dos categorías vistas a lo largo del artículo.

 

2.   ACERCAMIENTO A LA PROBLEMÁTICA

En la década de 1960 se reflejó en América Latina la influencia de la Revolución Cubana como un hito que cambió las estrategias y tácticas de las organizaciones de izquierda revolucionarias, las que apuntarían a la emergencia de guerrillas en oposición a la creación de frentes populares interclasistas, que promovía la Unión Soviética. Es así que en Argentina surgen las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en Colombia el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en Nicaragua emerge el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en Perú nos encontraremos con Sendero Luminoso, fundado en la década de los ’60, y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), en los ’80, en Venezuela estarán las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), en Bolivia el intento de guerrilla de Ñancahuazú, encabezada por Ernesto “Che” Guevara, y en Uruguay nos encontramos con el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Todos estos casos, son ejemplos de las expresiones y experiencias de cómo se plantearon el marxismo y la izquierda revolucionaria desde América Latina.

La influencia de la Revolución Cubana también llegó a Chile. Grandes personajes históricos se inspiraron en llevar a la práctica “la Idea” de la revolución socialista (Vitale, 2011; Álvarez, 2014). Desde las experiencias del marxismo chileno, Tomás Moulián nos plantea que fue con Luis Emilio Recabarren “que el marxismo empezó a definir sus límites intelectuales y políticos frente a otros socialismos u otras teorías de emancipación, aunque sin eliminar sus rasgos sincréticos, en ese caso una mezcla de socialismo y de humanismo moral” (Moulián, 1993:p.107).

Teniendo en consideración los aportes del pensamiento de Recabarren para el marxismo chileno de principios del siglo XX, la influencia de la Revolución Cubana en la década del ’60 y el contexto de “la hipótesis de que en los ’60 se inicia en Chile el ciclo del denominado sistema neoliberal, caracterizado por la transnacionalización de la economía, que en Chile expresó más claramente en el binominio exportación-importación” (Vitale, 2011:pp.357-358), es que a continuación Marcos Álvarez Vergara (2014) nos presenta una breve cronología de movimientos revolucionarios chilenos que optaron por el marxismo como teoría y práctica revolucionaria:

  • Emergencia del Movimiento 3 de Noviembre (M3N), fundado por Clotario Blest, presidente de la Central Única de Trabajadores (CUT), significó: a) el primer antecedente de lo que luego será el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (MIR chileno) y, b) reflejó las tensiones al interior de la CUT con la izquierda tradicional. El M3N se constituyó como una plataforma de organizaciones revolucionarias que no tienen la intención de formar un partido que les haga perder independencia ni autonomía a las organizaciones pertenecientes;
  • En 1961 un grupo importante de jóvenes del Partido Radical se sale y forma el Movimiento Social Progresista (MSP), que no alcanzó a vivir mucho, pues en 1962 dejó de existir. Dicho Movimiento “era un grupo con una fuerte adhesión “premarxista”, en el sentido de que si bien muchos lo éramos o nos considerábamos tales no existía una definición colectiva de este carácter” (Gática en Álvarez, 2014:p.51);
  • Este mismo año “los sindicalistas Clotario Blest y Ernesto Miranda convocan a la Asamblea de Fuerzas Revolucionarias” (Álvarez, 2014:52), formando el Movimiento de Fuerzas Revolucionarias (MFR), el cual tenía las mismas características que el M3N pero además buscaba “forjar la unidad frente a las políticas conciliadoras del FRAP, era una de las grandes tareas trazadas por esta organización” (Ibíd.:p.54) -el FRAP, era el Frente de Acción Popular, que aglutinaba a los partidos de la izquierda tradicional-, no obstante dentro del MFR había dos posiciones, una de incorporarse al FRAP y otra que realizaba críticas que no descartaban el acercamiento a los partidos de la izquierda (Ibíd.).
  • También nos encontramos con las corrientes trotskistas, que en 1963 intentaron la reunificación de las principales ramas del trotskismo.
  • La reunificación de 1963 parece trazar una vía que permite evitar tanto las tentaciones sectarias como la búsqueda de atajos y sustitutivos. Sus autores se ponen de acuerdo en no abordar la cuestión más delicada. Así pues, una dinámica de abandono del entrismo se inicia sin balance ni claridad (Bensaïd en Álvarez, 2014:p.61).
  • Estas son algunas de las experiencias de grupos marxistas a principios de la década del ’60. También encontramos la Vanguardia Revolucionaria Marxista, constituida por un grupo de jóvenes del PS, PC y militantes que se sentían cercanos a la Revolución Cubana y que se alejaban de las políticas frapistas.

Lo anteriormente dicho refleja una parte que no es muy conocida en la historia de las ideas chilenas, que se enmarcan en el contexto de movilización de la juventud por medio del ideario revolucionario que dejaron la Revolución Cubana y la figura del “Che” y la interpretación castrista del marxismo (Goecke, 2005).

Dentro de los grupos revolucionarios chilenos más conocidos nos encontramos con el MIR, el cual fue fundado por un grupo de jóvenes socialistas de Concepción, que se marginaron del partido debido a la crítica que le hicieron al XX Congreso del PSCH, pues “la vía pacífica se ha mostrado como la pantalla revisionista para encubrir la colaboración de clases, el sometimiento a las instituciones democrático-burguesas y la seguridad de un gobierno no socialista, sumiendo de este modo al movimiento popular en un cretinismo electoral” (Jobet en Goecke, 2005:19). Además ya existía bastante disidencia dentro de los partidos de izquierda tradicional, que no estaban de acuerdo con las políticas oportunistas y etapistas que el ambiente electoral promovía.

De esta manera, los distintos grupos revolucionarios llamaron a un Congreso por la Unidad Revolucionaria en 1965, cuyos objetivos se sintetizan de la siguiente manera:

(…) que esta izquierda revolucionaria sea soberana e independiente, política y organizativamente, frente a los partidos y grupos marxista-leninistas de toda la tierra… que ella levante audazmente, la bandera de la transformación ininterrumpida de nuestra revolución, en revolución socialista… que ella restaure el camino de la lucha intransigente y revolucionaria que Recabarren enseñó a los trabajadores chilenos… (y) que esta IZQUIERDA REVOLUCIONARIA defienda un criterio democrático amplio, como condición orgánica para una profunda y viril vida ideológica, política y actuante del Partido revolucionario (Goecke, 2005:p.20).

Así se da origen al MIR, cuya declaración se establece que es “la vanguardia marxista-leninista de la clase obrera y capas oprimidas de Chile que buscan emancipación nacional y social, para el cual la lucha de clases es el fundamento histórico de la acción revolucionaria” (Ibíd.:p.21).

De esta forma, Miguel Enríquez plantea ciertos conceptos teóricos que hay que llevar a la práctica en el marco de la crítica al reformismo chileno pregonado por los partidos de la izquierda tradicional, por lo que plantea “una tesis político militar que explicitaba las concepciones estratégicas de la nueva organización y que se denominaba ‘La conquista del poder por la vía insurreccional’” (Naranjo et. al., 2004:p.19), mientras que el Gobierno de la Unidad Popular, derrocado a principios de los ’70, había pregonado una vía pacífica al socialismo: “la vía chilena al socialismo”, conocida también como la “Revolución con empanadas y vino tinto”, que se basaba en “reformas constitucionales y legales haciendo siempre uso de la vía institucional” (Correa at. al., 2001:p.263).

Las diferencias en las formas de llegar al poder entre la izquierda revolucionaria e institucional, reflejan el conflicto -además de político y económico- conceptual que se produce, debido a que la relación conflictiva entre democracia y marxismo se presenta en el contexto de la Guerra Fría, donde el fin del imperialismo norteamericano era terminar con los gobiernos de índole socialista cuya fuente ideológica era el marxismo, argumento suficiente para llevar a cabo el Golpe de Estado en Chile.

Por otro lado, es importante destacar dos características de las experiencias de la izquierda revolucionaria en Chile. En primer lugar, retomar su emergencia como consecuencia de la influencia de la Revolución Cubana y de los Frentes de Liberación Nacional en países latinoamericanos con un proyecto político-económico socialista y; en segundo lugar, tener en consideración que después del golpe militar, la izquierda revolucionaria se vio en la necesidad de cambiar sus tácticas y estrategias para hacerle frente a la dictadura, lo que en muchos casos generó la pérdida de proyecto político-ideológico de aquellas organizaciones que habían nacido con anterioridad, limitándose a la resistencia.

De esta forma, durante la dictadura las experiencias de grupos revolucionarios marxistas, se encuentra el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) desde una posición de resistencia; el Movimiento Juvenil Lautaro (MJL o MAPU-Lautaro), que inicia sus actividades en 1982 por la escisión del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) frente a las políticas de Convergencia Socialista o Bloque Socialista para la búsqueda de la salida a la dictadura en un diálogo con el centro político, de esta forma el MJL se define como:

(…) un instrumento de lucha contra la dictadura, un aporte unitario y una realidad combatiente en el movimiento popular. Estamos por seguir desarrollando hechos que han ocurrido, como los que se han impulsado en algunas poblaciones de Santiago y Provincias, que muestran que somos sujetos activos en la construcción de nuestra patria (MJL, 1982)

en términos ideológicos, son considerados como marxistas-leninistas-maoístas. También está el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), que surgió en 1983, como el codo armado del Partido Comunista con la intención de crear un Frente Político-Militar que termine con la dictadura, es así que resumen sus planteamientos;

1. Poner fin al actual régimen, terminando con el gobierno de Pinochet y su junta.

  1. Derogación inmediata de la constitución de Pinochet.
  2. Constitución de un Gobierno Patriótico y de Unidad Nacional, con carácter provisional, que tenga como tarea solucionar los problemas más graves de nuestro pueblo, desmontar todo el aparataje de la tiranía y convocar, por último, a una asamblea constituyente que nos provea de una Constitución.

El FPMR ha llegado a la conclusión que a la dictadura sólo será posible derrotarla haciendo uso de todas las formas de lucha, incluida la armada” (FPMR, 1984).

A inicios de los años ’90, y durante el transcurso de la transición pactada, las organizaciones de izquierda revolucionaria chilenas siguieron realizando algunas acciones políticas, que se vieron mermadas por la política de los consensos impulsada por la izquierda tradicional y la constante amenaza de volver a una dictadura. Algunas de estas acciones se sintetizan en la Tabla N°1:

 

Tabla N° 1. Tipos de acciones más características de organizaciones de izquierda revolucionaria.

 

Movimiento Lautaro (1988-1993) Frente Patriotico Manuel Rodríguez (1989-1997) Movimiento de Izquierda Revolucionaria (1990-1994)
Copamientos territoriales armadas (CTA). Agitación y propaganda armada. Agitación y propaganda armada.
Levantamientos populares. Sabotajes. Ataque y sabotajes.
Combates estratégicos. Ataques y emboscadas. Recuperaciones.
Recuperaciones. Preparativos y concentraciones. Preparativos y concentraciones.
Sabotajes. Ejecuciones.
Propaganda armada. Secuestros.
Preparativos y concentraciones. Rescate aéreo desde la CAS.
Fuente: elaboración propia sobre la base de (Rosas, 2013:pp.142-159).

 

Lo anterior se enmarca en el contexto del término de la Guerra Fría, el fin a la dictadura militar, el advenimiento de la postmodernidad, la influencia de la Tercera Vía y la Transición Democrática en Chile. De esta manera se visualiza el desplazamiento de los mapas ideológicos, generando procesos de desideologización a causa de las nuevas formas de hacer y pensar la política, que en la década de los noventa queda reflejado como un período de desencanto reforzado como consecuencia de una crisis de cultura política (Lechner, 2002), afectando a la organización de movimientos sociales y prácticas políticas que la democracia utilizó como herramienta para mantener el orden, es así que:

(…) la desideologización del retorno a la democracia, relatada como una lucha post-política. En el mismo impulso, condenó la movilización social a la imagen del oscuro infierno del caos y el desgobierno, la irracionalidad y la anomia. Salazar definió dicha iniciativa como una voluntad crítica que dispara al lado y atrás, para evitar que otros procesos críticos le ganen la delantera (Thielemann, 2011:p.2).

Estos procesos de desideologización se enmarcan bajo el alero de los principios tecnocráticos del neoliberalismo que, a su vez, nos hicieron creer que el marxismo había caducado. No obstante,

(…) una vez que el capitalismo ha mostrado su incapacidad para resolver los grandes problemas de la humanidad, llevándonos a los límites de la supervivencia planetaria, acrecentando las brechas entre ricos y pobres, excluidos e incluidos, en su afán de expandirse y convertir todo en mercancía, el marxismo cobra nuevamente vida gracias a su capacidad para enriquecerse en correspondencia con las dinámicas del momento histórico actual (Drago et. al., 2014:p.11).

El momento histórico actual de Chile, lo podemos sintetizar de acuerdo con la preponderancia que las movilizaciones, tanto estudiantiles como sociales, han ido adquiriendo en la opinión pública desde principio del siglo XXI; ya que han sido los estudiantes quienes han puesto en jaque el modelo de educación de mercado. En este contexto de movilizaciones estudiantiles, es que nos hemos encontrado con distintas organizaciones y/o colectivos políticos que pregonan un posicionamiento marxista y revolucionario, y que incluso dentro de las mismas universidades crean plataformas de organización para llegar a las Federaciones de Estudiantes. Al mismo son que Clotario Blest creó el M3N, los estudiantes vuelven a encontrar la necesidad de reconstruir la izquierda revolucionaria. Dichas organizaciones. además de reconocerse como una fuerza auxiliar a la lucha de clases, buscan la correlación de fuerzas con otros sectores populares, como lo son los trabajadores y pobladores.

De esta manera, en la primera década del siglo XXI nos encontramos con un despertar de la sociedad chilena, siendo jóvenes estudiantes sus actores principales. Su visualización, desde el año 1997 con la conformación de la ACES (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios), el 2001 con el “Mochilazo”, el 2006 con la llamada “Revolución Pingüina” y el 2011 con un movimiento estudiantil universitario, ha marcado el proceso de politización ascendente con alto grado de masividad, lo que además contribuye a su relevancia para la opinión pública.

Lo anterior evidencia que la sociedad ha ido tomando conciencia respecto de que todo lo conforme a las relaciones sociales son construcciones que devienen del accionar individual y colectivo. Lo cual muestra un avance hacia el despojo de la reificación y cosificación de nuestras relaciones sociales; que, al fin y al cabo, desembocan en decisiones políticas. Así lo afirma el informe de Desarrollo Humano del PNUD, cuando plantea que “parece plausible caracterizar el momento actual de Chile como un proceso de creciente desnaturalización de lo social” (2015:p.30); lo que viene a contrastar la idea de una creciente individualización y modernización de la sociedad chilena (PNUD, 1998), planteado por este mismo informe años anteriores.

El Movimiento Estudiantil y su contexto de lucha han servido para que jóvenes estudiantes se agrupen, se organicen y reorganicen en ideas comunes, que en primera instancia apuntan a la reivindicación de la educación como derecho, junto a otras demandas, las que buscan transversalizar sus objetivos hacia otros sectores fuera de lo estudiantil. Estas expresiones se reflejan en las distintas organizaciones de participación política que han ido emergiendo; reflejando, incluso, un cambio en las subjetividades políticas, considerando que la irrupción del movimiento estudiantil es un espacio donde “aparece nuevamente el valor de la articulación política (postmilitancias) como un vehículo portador de cambios que se desdibuja cuando los dirigentes estudiantiles optan por ser parte del aparataje institucional” (Urbano y Salazar, 2014:s/p)3.

Bajo este escenario, comprender la realidad social y política del Movimiento Estudiantil chileno genera una problematización en cuanto a la comprensión de los proyectos políticos y demandas que construyen sus banderas de lucha y reivindicación; no solo desde una perspectiva coyuntural, sino que también se complejiza desde un análisis ideológico, que muchas veces es pasado por alto precisamente por darle mayor relevancia a lo coyuntural, lo que incluso dificulta la lectura de análisis de las propias organizaciones políticas que componen el Movimiento Estudiantil chileno.

De esta forma, el Movimiento Estudiantil chileno pasa a ser una pieza fundamental en observación –no así el objeto de estudio principal. Puesto que se considera al Movimiento Estudiantil como un espacio de confluencias de distintas organizaciones y/o colectivos políticos-estudiantiles, que se disputan las direcciones con los partidos políticos tradicionales. Es así que vemos la participación de sectores medios ligados a las ideas ciudadanas, como es el caso de la Izquierda Autónoma-Movimiento Autonomista, Unión Nacional Estudiantil, Revolución Democrática, y sectores más rupturistas que posicionan un discurso revolucionario, popular y de clase, como lo son Izquierda Guevarista, Juventud Rebelde, Nosotros, Somos, entre otras, ligados al pensamiento marxista que se desarrollan desde distintas aristas.

Con lo anteriormente dicho, la relevancia de esta investigación se centra en el análisis ideológico del movimiento estudiantil, enfocado en jóvenes militantes -hombres y mujeres- de organizaciones político-estudiantiles que se autodeclaran marxistas y/o tienen en su matriz de análisis consignas marxistas. Este artículo se sitúa bajo los primeros análisis de los resultados obtenidos del trabajo de campo realizado entre mayo y octubre de 2016, orientado a indagar las razones de origen o reestructuración que los jóvenes entrevistados perciben y/o significan de las organizaciones de izquierda revolucionaria en que militan a partir de 2011. Estas percepciones y/o significaciones se reflejan en la necesidad de elaborar marcos de acción colectiva que se entienden como “esquemas interpretativos de la realidad que inspiran y legitiman las actividades y campañas no ya de un individuo, sino de un movimiento social” (Delgado, 2007:p.48), que en este caso sería desde el Movimiento Estudiantil chileno. De ahí que se puede interpretar la disputa por los marcos de interpretación del Movimiento Estudiantil en el contexto de una disputa por significados culturales dominantes que dejó la dictadura y la llamada Transición a la Democracia, ya que se considera que:

(…)la dictadura realizó no sólo un violento exterminio de la oposición política, frenando el inédito proyecto de un socialismo institucional (la Unidad Popular), sino que además contribuyó con el desmantelamiento del aparato estatal y, mediante una consistente política de privatizaciones y liberalización económica, realizó la verdadera transición chilena desde el Estado nacional al mercado global. Lo que llamamos transición a la democracia no es sino el reacomodo institucional a la declarada globalidad (Urbano, 2008:p.11).

 

3.   METODOLOGÍA

Es importante establecer, que el presente estudio se aborda desde la sociología política, teniendo presente elementos que se plantean sobre la base del análisis del proceso de la contienda política (e.g.: McAdam, Tarrow y Tilly, 2005; Tilly y Wood, 2010; Tarrow, 2012). Dichos elementos son la oportunidad y amenaza que Charles Tilliy y Leslie J. Wood denominan como la campaña, la cual es “un esfuerzo público, organizado y sostenido por trasladar a las autoridades pertinentes las reivindicaciones colectivas” (2010:p.22); los repertorios de acción que apuntan a los tipos de acción que se llevan a cabo por parte de los movimientos sociales o las organizaciones que se encuentran inmersos en él, como por ejemplo “creación de coaliciones y asociaciones con un fin específico, reuniones públicas, procesiones solemnes, vigilias, mítines, manifestaciones, peticiones, declaraciones a y en los medios públicos, y propaganda” (Ibíd.) y; por último, están los procesos de enmarcamiento que refieren a las apuestas ideológicas y los valores (Tilly y Wood, 2010; Tarrow, 2012) de estos espacios. En este caso, como nos enfocaremos en las percepciones y/o significaciones que los jóvenes entrevistados le atribuyen a la re-emergencia de organizaciones de izquierda revolucionaria, se prestó mayor atención a los procesos de enmarcamiento.

De esta forma, el estudio se caracteriza por ser descriptivo y exploratorio bajo un enfoque cualitativo, el cual se define por ser “es exclusivo del orden social” (Ibáñez en Canales, 2006:p.19), preocupándose de alcanzar “la estructura de la observación del otro” (Ibíd.) y permitiendo flexibilidad al enfoque del investigador y del investigado, de este modo “el conocimiento cualitativo opera como escucha investigadora del habla investigada” (Ibíd.).

Por su parte, la técnica de producción de datos fue la realización de 12 entrevistas en profundidad4, a distintos jóvenes dirigentes y/o militantes de organizaciones político-estudiantiles de tendencia marxista, que participaron del Movimiento Estudiantil desde el año 2011 hasta 2016, sin importar que en la actualidad ya no se encuentren en calidad de estudiantes. La razón principal de realizar entrevistas en profundidad, fue generar una relación dialógica que permitiera cierta cercanía con el objeto de estudio, puesto que estas se definen como:

(…) una técnica social que pone en relación de comunicación directa cara a cara a un investigador/entrevistador y a un individuo entrevistado con el cual se establece una relación peculiar de conocimiento que es dialógica, espontánea, concentrada y de intensidad variable (Gaínza en Canales, 2006:pp.219-220).

Estas características, permitieron constituir el diseño metodológico de una forma flexible, que está en permanente cambio, siempre de acuerdo con las necesidades de la producción y análisis de los datos cualitativos que se fueron obteniendo. De esta manera, dicha técnica se presenta como una entrevista cualitativa, flexible y dinámica (Taylor y Bogdan, 1994).

En cuanto a la selección de la muestra, esta se desarrolló bajo la técnica de bola de nieve, por lo que se recurrió a la información brindada por los entrevistados, estructurando la relación de la siguiente manera:

 

Esquema 1. Selección de la muestra

Fuente: elaboración propia y adecuado a las sietes entrevistas que se analizan en el presente artículo. Para la investigación completa se realizaron doce entrevistas.

 

Tabla 2. Tipologías de organizaciones que componen la muestra

 

Categoría de organización

     

Cantidad de entrevistas realizadas Definición
Organizaciones político-estudiantiles 2 Se definirán como un instrumento que responde a un proyecto político e ideológico en común de las y los sujetos que la conforman.
Plataformas políticas 2 Para este caso, defino plataforma político-estudiantil como un espacio de organización donde confluyen distintas organizaciones políticas, colectivos políticos, personas independientes o también Centros de Estudiantes, en pos de la articulación de fuerzas y posicionamiento político.
Frentes intermedios 3 Los frentes intermedios se entenderán, como la política estratégica de partidos políticos -ya sean tradicionales o no- y organizaciones políticas.

En ese sentido, son un mecanismo de relación con las masas que genera la política específica para cada sector (Valdivia, Álvarez y Pinto, 2006; Leiva, 2007; Palma, 2009; Goicovic, 2014).

Total entrevistas 7  

 

Fuente: elaboración propia y adecuado a las siete entrevistas que se analizan en este artículo. El total de entrevistas para esta investigación fueron doce.

 

Las entrevistas fueron realizadas entre mayo y octubre del año 2016.

En el mes de mayo se comenzó a emplazar a la Presidenta Michelle Bachelet para que los anuncios que realizaría el 21 de Mayo, en la cuenta anual ante el Congreso, respondiera a las demandas históricas del Movimiento Estudiantil, en el contexto de los 10 años de la “Revolución Pingüina”. Nos encontramos con una seguidilla de acciones y conflictos políticos que marcaron el inicio de las entrevistas como, por ejemplo, tomas de liceos emblemáticos, la toma de Educación 2020 por la ACES, las distintas convocatorias no autorizadas por parte de secundarios, el conflicto farandulero de la Federación de la Universidad Católica y su gasto millonario en el carrete de la semana novata, la reunión de la Izquierda Autónoma con el MINEDUC a espaldas del movimiento estudiantil, que significó el quiebre entre el diputado y exdirigente de Izquierda Autónoma Gabriel Boric con Nodo XXI, emergiendo de esta escisión el Movimiento Autonomista liderado por el diputado; el inicio de la ofensiva estudiantil, entre otros sucesos que marcaron el escenario político de un año que se esperaba que fuera radical y movilizado.

Finalmente, la producción de la información se llevó a cabo por medio de un análisis de contenido de los discursos de los entrevistados, en donde se elaboró una tabla de cuatro columnas: dimensión, categoría, código y unidad de registro. Los únicos elementos preestablecidos para el análisis de contenido, fueron las dimensiones en que se dividió la estructura del discurso de los entrevistados:

1) Organizaciones políticas estudiantiles: que apuntaba a identificar categorías y códigos que permitiesen conocer, desde la experiencia de los entrevistados, a las organizaciones en que militan. De estas categorías y códigos es que emerge la idea de necesidad que se desarrollará más adelante:

2) Conflictos tradicionales: que apunta a la percepción de conflictos políticos e ideológicos y clivajes dentro del Movimiento Estudiantil chileno. En este artículo no se toman elementos de esta dimensión.

3) Movimiento Estudiantil chileno: emergen de esta dimensión categorías y códigos que nos permiten visualizar las disputas y los elementos ideológicos que se dan dentro del Movimiento Estudiantil sobre la base de los programas de demandas, y a la configuración de fuerzas políticas. De aquí emerge la idea de la disputa del sentido común que se desarrollará a continuación.

4.   HALLAZGOS PRELIMINARES

Si bien el trabajo de campo de la investigación completa, contempló la realización de doce entrevistas en profundidad, este artículo -tal y como se mencionó con anterioridad- analiza los discursos de siete entrevistas:

  • Dos organizaciones político-estudiantiles.
  • Dos plataformas políticas.
  • Tres frentes intermedios.

4.1. ¿Surgimiento de nuevas organizaciones políticas? ¿Por qué?

4.1.1.  La necesidad como idea explicativa al surgimiento o reestructuración de organizaciones político-estudiantiles

El Movimiento Estudiantil -para este estudio-, se comprende como un campo de disputa política donde circulan y se movilizan distintas ideas emanadas ya sea de organizaciones políticas, plataformas político-estudiantiles o frentes intermedios, entre otras, que se encuentran y desencuentran reiteradamente desde 2011 hasta hoy, debido a que este año significó -para algunos- un despertar de la sociedad y de los movimientos sociales en Chile (Garcés, 2012).

Por otro lado, el Movimiento Estudiantil marca un quiebre sobre la percepción del orden social y económico establecido, ya que como propone Octavio Avendaño “las propuestas formuladas por el movimiento estudiantil, inicialmente, se instalaron sobre un nuevo ‘clivaje’ o fractura social sustentado en la crítica a la mercantilización de la educación superior, y que se reconoce en la distinción Estado-mercado” (2014:p.44). En ese momento se visualiza la participación activa de tres corrientes ideológicas -o grupos políticos- dentro del Movimiento Estudiantil, que disputan las distintas federaciones estudiantiles y que tensionan las discusiones al interior de la Confederación Nacional de Estudiantes de Chile, CONFECH: las juventudes comunistas, la Nueva Acción Universitaria (NAU), el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL) y la Izquierda Autónoma (IA) (Avendaño, 2014).

Si hiciéramos un eje en donde se distribuyera la posición de estas tres fuerzas políticas -según como lo plantea Avendaño-, quedaría como lo muestra el Esquema 2.

Esquema 2. Eje político, distribución de fuerzas políticas estudiantiles 2011.

 

 

Esta configuración de fuerzas nos refleja que en 2011 el Movimiento Estudiantil, además de generar un clivaje o fractura social, también produjo una apertura para que jóvenes configuren nuevas organizaciones que hagan frente a esta nueva fractura social, posicionando, disputando y debatiendo nuevas tensiones ideológicas que cargan con todas las consecuencias históricas del Chile postdictatorial.

En algunos casos, esta apertura no solo marcó el inicio de una nueva organización, también generó la incorporación de un nuevo actor: el estudiante de universidad privada (Figueroa, 2013; Avendaño, 2014).

Por otro lado, se produjo la reflexión de la necesidad de reestructurarse -como organización político juvenil- en función del contexto y las necesidades que los jóvenes van identificando por medio de sus experiencias en los distintos conflictos sociales que se han visto envueltos como sujetos activos y/o pasivos. De esta forma, para los militantes del Frente Intermedio 1, las movilizaciones de 2011 significaron la necesidad de reflexionar acerca de la coherencia de sus análisis frente al contexto político-social que se vivía, pues esta organización se rearmó cambiando de nombre, debido a la poca identificación del ethos político que se tenía con respecto del proyecto que se deseaba impulsar:

(…) claramente con las movilizaciones del año 2011 vimos que el proceso, nuestro proyecto, estaba un poco desfasado respecto de las necesidades que sentía el pueblo en su conjunto y la clase trabajadora, y en varias jornadas de análisis y proyecciones decidimos darle vida al Frente Intermedio 1 (nombra a la organización) y mejorar el proyecto político que teníamos hasta ese entonces ” (…) “pero el nombre (…) no era la síntesis del proyecto político, y en ese sentido nosotros reivindicábamos la figura del Che, entendiendo que es el máximo exponente de la revolución latinoamericana (Militante Frente Intermedio 1).

Lo anterior refleja -de alguna manera- cómo se empezó a posicionar una alternativa estudiantil a la izquierda del Partido Comunista (PC), desde un pensamiento político determinado que se sintetiza en el guevarismo. Para este sector, el guevarismo como concepto es utilizado como “sinónimo de marxismo latinoamericano o de marxismo-leninismo llevado a las condiciones históricas, objetivas y subjetivas, de Nuestra América” (Miranda, s/f), reflejando que jóvenes comienzan a hacerse cargo de un discurso que tras el golpe de Estado en Chile -particularmente- es suspendido, es buscado, es criminalizado, es clandestino, es eliminado públicamente. Desde una lógica de los movimientos sociales, este tipo de discursos estaría en la categoría de los movimientos sociales tradicionales que se hacen cargo del análisis de la división de clase (Delgado, 2007), por ende apuntarían a la conformación del sujeto de clase. Hoy, gracias a la apertura que producen las movilizaciones del 2011, este discurso, pensamiento y/o proyecto busca responder a las necesidades de la sociedad chilena.

Por otro lado, la idea de la necesidad de hacerle frente a la izquierda tradicional toma importancia en la Universidad de Santiago (USACH), en el momento en que jóvenes estudiantes se comienzan a organizar, por medio de plataformas político-estudiantiles, en disidencia de las Juventudes Comunistas, que hasta 2011 lideraban las federaciones estudiantiles. A medida que el espacio se va autonomizando y estructurando sobre la base del deseo de conformación de un propio proyecto, las organizaciones que representan al bloque de conducción (FEL, UNE, entre otros) se van restando de estas plataformas, las cuales se van expandiendo a otras universidades:

(…) el asunto fue igual más preparado, por decirlo así, porque nosotros, varios, como que habíamos tenido coordinación, habíamos participado con cabros de la USACH, habíamos acompañado a sus campañas de Federación, por lo menos en la primera, y surge la necesidad un poco como de crear organización estudiantil en la Chile de perspectiva revolucionaria, que se genera como marxista, un montón de cuestiones… Y que además criticara un poco como a lo que existía en esos momentos como el panorama de la universidad, que era básicamente el Vamos Construyendo con los gaposos, la JR y la Izquierda Autónoma… (Militante Plataforma político-estudiantil 1)

No obstante, también existen jóvenes que a partir de las experiencias del Movimiento Estudiantil, durante todo el 2000, se van encontrando en los distintos espacios de lucha y organización. Por lo que establecen la necesidad de darle organicidad a los distintos encuentros que van sosteniendo, y que tienen una perspectiva más crítica de lo que es el Movimiento Estudiantil, significando además todo un proceso de construcción de dicha organicidad, la cual requiere tiempo para ir dándole contenido al proyecto, de este modo:

(…) nace como necesidad de que en un momento tenemos que ser capaces de confluir los distintos compañeros que nos estamos encontrando en los distintos espacios. No es casualidad que la organización parte precisamente con los compañeros que nosotros veíamos, creíamos que eran los -como se llama- el concepto no es conciencia, pero si veíamos que tenían mayor capacidad de movimiento, cachay, que estaban más motivados, más movilizados, cachay, y aparte tenían un análisis más crítico del movimiento estudiantil, por eso también se parte con compañeros de la Central, del ARCIS, de la Alberto Hurtado, de la Academia de Humanismo Cristiano, de la Chile, y de distintas otras universidades (Militante Organización Política Estudiantil 1).

Esta necesidad de darle organicidad a los distintos encuentros también aparece como la extensión de experiencias marcadas entre lo que es la vida escolar y la vida universitaria, generando un quiebre o un cambio en las dinámicas de funcionamiento organizacional. Es así que jóvenes provenientes de la ACES (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios) buscan seguir el camino político en la universidad, proyectándose en los cargos de representación dirigencial:

“(…) después de las movilizaciones principalmente secundarias, que se dan en el 2010, 2011, 2013, donde nosotros, la gran parte de quiénes estuvimos en la fundación de la organización, ehhh éramos de colegios que adherían a la ACES cachay, ehhh cuando nosotros comenzamos ya a salir de los liceos nos dimos cuenta que en el fondo teníamos que también tener un espacio que nos pudiera organizar, pero en la universidad, cachábamos que la lógica era distinta y que también las formas de organizarnos también iban a ser diferentes po, o sea en el sentido, cuando nosotros estábamos en primer año en la universidad inmediatamente no íbamos a ser voceros, en el fondo no íbamos a tener los cargos más dirigenciales que teníamos en la Asamblea, sino que más bien era un trabajo de construcción de organización” (Militante Organización Política Estudiantil 2)

Por su parte, se visualiza también que la idea de necesidad que le comienza a dar contenido a la formación de estas organizaciones político-estudiantiles no solamente proviene de intereses de jóvenes, o de una experiencia en común determinada, sino que también deviene de una estrategia política orientada a la formación de frentes intermedios dirigidos por un partido, como lo ha sido el caso histórico del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y su Juventud Rebelde Miguel Enríquez (JRME) cuya orgánica se sustenta a través del centralismo democrático. Bajo este mismo ejemplo, nos encontramos en 2012, donde:

“(…) la organización Trabajadores al Poder se sentía en la necesidad de amplificar más su política… De amplificar más su política que no estaba llegando abiertamente a ciertos grupos de gente que se quería llegar, ya que era una organización de carácter más clandestina” (Militante Frente Intermedio 3).

Se identifica entonces la necesidad como una idea explicativa y fundacional, a la que se le da contenido político por medio de distintos acontecimientos de la realidad nacional, y que por su parte van construyendo el ethos político de cada organización, plataforma, frente intermedio, entre otros. Del mismo modo, la necesidad se puede interpretar bajo un proceso de enmarcamiento que “refiere a los esfuerzos estratégicos conscientes realizados por grupos de personas para construir interpretaciones compartidas del mundo y de sí mismos que legitiman y motivan la acción colectiva” (Gerhards en Delgado, 2007:50).

Por lo tanto, la acción colectiva mermada en la idea de necesidad se refleja en el querer responder a las necesidades del pueblo por medio de un proceso de reflexión; el darle organicidad a una serie de encuentros; en crear frentes intermedios y posicionarse como disidentes frente a la izquierda tradicional, como el PC. Por otro lado, estas distintas acciones reflejan parte importante de cómo se va modificando el eje político dentro del Movimiento Estudiantil, y hacia dónde van las principales tensiones ideológicas que se podrían encontrar en el desarrollo total de la investigación.

 

4.1.2. El sentido común como tensión ideológica, significación importante y eventual dispositivo

Entendiendo el Movimiento Estudiantil como una instancia de encuentros y desencuentros de distintas organizaciones político-estudiantiles con un determinado rol histórico, se hace necesario comprender el paradigma que el retorno a la democracia en Chile y los procesos de modernización implantaron en la sociedad. En donde “el triunfo declamado del capitalismo sintomáticamente no operó por fuera, sino además desde el interior de las representaciones y los discursos de los modelos alternativos de sociedad (de mejoramiento o cambio)” (Rosas, 2013:p.62), transformando y naturalizando el sentido común.

De esta forma una de las tensiones ideológicas puede ser que el Movimiento Estudiantil “se entiende a sí mismo como una expresión ciudadana reflexiva respecto de un orden social que no ha logrado generar los fundamentos básicos para asegurar la integración de y entre sus miembros” (Cárdenas y Navarro, 2013:p.169). Es así, que la tensión puede situarse en la preponderancia que ha ido adquiriendo el sujeto ciudadano con sentido común que se posiciona en las ideas de carácter democrático, perdiendo en tanto su característica histórica y de clase. Pues “el sujeto histórico ha muerto gritó El silencio. Qué reine el ciudadano silencioso que recuerda frente a la iconografía del pasado lo que fue y sepa lo que ya no debe ser” (Primo Levi en Rosas, 2013:p.33). Así, el sujeto ciudadano es orientado a la mantención y la no transformación del orden social, el cual también se refleja en las características que se pueden apreciar en las organizaciones que participan en la estructuración de ideas del Movimiento Estudiantil:

Es que si uno hace un análisis de quién conduce el Movimiento Estudiantil, quién ha impuesto un poco los términos de las demandas, de las formas de movilización, ehhh pa nosotros hoy día son la Izquierda Autónoma, las Juventudes Comunistas (…) son demandas que realmente no rompen con el mercado de la educación (…), son demandas que en alguna medida dialogan y están incluidas en la reforma educacional del gobierno, porque no rompen realmente con esa lógica, entonces hay muchas demandas que a nosotros nos parecen todavía demasiado moderadas pa lo que debe ser la disputa del Movimiento Estudiantil que hemos tratado de disputar. Claro que es un debate difícil de ganar, porque son ideas que están más alejadas del sentido común, o sea que hoy día el sentido común dice ¡¡sí, educación gratuita, fin al lucro!!, pero cuando tú le hablai de estatizar una universidad privada pa mucha gente aquí en la facultad o en la Chile es como ¡¡ohhh, no, cómo vamos a hacer eso, es muy complicado, no nos van a querer dar eso!! Entonces son ideas que claro están en disputa pa nosotros y hemos tratado de hacerlo en la medida que lo hemos logrado pero hasta el día de hoy están primando las ideas más moderada dentro de la movilización (Militante Plataforma política-estudiantil 2).

Es por ello que toda demanda o idea que se quiera posicionar como reivindicativa a la izquierda de la izquierda tradicional e institucional, o posea un carácter radical o rebelde, es invisibilizada por no concordar con este sentido común poseedor de valores moderados. Y que, a su vez, constituye el paradigma dejado por la dictadura, continuado por la transición a la democracia y reproducido en la historia chilena actual por las mismas organizaciones estudiantiles, que se posicionaron en algún momento a la izquierda del Partido Comunista o fueron extraparlamentarias, como es el caso por ejemplo de la Unión Nacional Estudiantil (UNE), Izquierda Autónoma-Movimiento Autonomista, entre otras. Dejando entre ver la pugna histórica entre quienes optan por el consenso como principio democrático y entre quienes tienen una mirada más reflexiva, crítica y transformadora del acontecer nacional, pero que escapa del sentido común.

En el marco de la imposición del paradigma establecido con el retorno a la democracia, como dispositivo junto a todas sus consecuencias de desarticulación del movimiento popular, se forja el camino hacia el sentir individual más que a la construcción de un sentido común colectivo, es por ello que gran parte de las ideas que movilizan al Movimiento Estudiantil es considerada:

(…) en términos generales, reivindicativas y economicistas, o sea pagar menos, que también está incorporado en nuestro análisis, no es que sea una dicotomía, ehhh, pero la comprensión, y es lo que te planteaba denante, la comprensión de un Movimiento Estudiantil como un movimiento de clase, como un movimiento transformador es un poquito más complejo, no es de sentido común (Militante organización política 2).

En consecuencia, cabe reflexionar acerca de cómo la idea del sentido común se configura como un dispositivo que alinea percepciones de simpatía y adhesión a las demandas del Movimiento Estudiantil, el cual se define según Foucault como “todo aquello que tiene, de manera u otra, la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y discursos de los seres vivos” (en Agamben, 2011:p.257). Por tanto, se puede entender como una tensión en disputa entre los distintos sectores del Movimiento Estudiantil, ya que algunos se posicionan desde el marxismo, yendo más allá del clivaje Estado-mercado, sino que también apuntando a la construcción de un proyecto societal nuevo, acorde con la realidad actual. Cuyos principales discursos se constituyen entre la lucha de clases y la revolución socialista, como un proyecto político que posee distintas lecturas, y en el cual existen algunas demandas que no se encuentran dentro del sentido común, el cual se entiende como el “conjunto de creencias que organizan de modo predominante las relaciones intersubjetivas y/o las intervenciones cotidianas y que ya no son objeto de cuestionamientos por un tiempo. Producen certidumbre y, así, reproducen y legitiman el orden social” (Tapia en Ceceña, 2008:p.103). En concordancia con lo anterior y porque, además, nos encontramos con que el desarrollo del capitalismo ha permitido una acumulación y proliferación de dispositivos (Agamben, 2011:p.258) que ha mermado este sentido común, el cual se debe transformar por medio de su ruptura o transformación, denominado por Gramsci como la guerra de posiciones (Nun, 1987:p.27), lo cual no ha sido abordado por la conducción del Movimiento Estudiantil.

Por ejemplo, la disputa y la producción de conocimiento no ha sido un tema que ha asumido interés público, pero que sí tiene gran envergadura en las discusiones internas de estas organizaciones, puesto que se entiende que la producción de conocimiento es un instrumento de desarrollo y mantención del sistema económico actual, por lo que hay que entrar en disputa con las instituciones tradicionales, que se preocupan de darle contenido al proyecto educativo:

“como pa’ tratar de profundizar eso, yo creo que hoy día es como central para el Movimiento Estudiantil es como intentar establecer como cuestiones de fondo a la hora de pensar qué es lo que estamos demandando: ya sí, educación gratuita, ¡sí!, acceso universal, ¡sí!, pero qué tipo de investigación, qué tipo de conocimiento vamos a generar, qué líneas investigativas vamos a desarrollar, a quiénes vamos a beneficiar con la educación que se está impartiendo (…) Entonces eh… lo que yo encuentro central y que creo que es necesario que comencemos a discutir es cómo generamos o cómo disputamos ese conocimiento que se está generando o que se impone a que se genere, y cómo generamos una sociedad diferente a partir de eso, y en eso uno se puede chocar con un montón de cuestiones, por ejemplo un programa nacional desarrollista, un nuevo ISI, entonces finalmente, lo que hoy día deberíamos estar cabeceando las organizaciones que nos definimos marxistas, o que nos definimos revolucionarias, es cómo generamos un proyecto -que es lo que yo denomino un proyecto nacional educativo- que nos permita generar una educación diferente y que se plantee el problema de fondo…” (Militante Plataforma político estudiantil 1).

De esta forma el sentido común, como dispositivo, puede entenderse en el margen del campo de disputa entre los sectores del Movimiento Estudiantil, en donde la transición a la democracia tiene un papel fundamental en el juego del proceso de subjetivación y desubjetivación que genera el dispositivo del sentido común como tal, ya que como concepto la transición:

(…) implica una coexistencia entre lo que va dejando de ser actual (sociedad disciplinaria-sujetos productores) y lo que va deviniendo en actual (sociedad de control-sujetos consumidores); pero también implica que unos dispositivos no son reemplazados por otros, sino que todos se integran dentro de la red de poder-saber de modo que los dispositivos disciplinarios siguen disciplinando pero, a la vez, son integrados a nuevas funciones de control: producción-consumo, disciplina-control (García, 2011:p.7).

En el caso de Chile, la transición significó pasar de una dictadura a un sistema democrático que integra las condicionantes de la Constitución de 1980, fortaleciendo el mercado y la privatización de los derechos sociales, entre ellos el derecho a la educación, influyendo en la cultura política en general. De esta forma, se puede decir que la dictadura y la democracia conviven armónicamente, dominando un determinado sentido común que se convierte en hegemónico en la medida que el modelo neoliberal chileno se profundiza en la década del ’90 y principios del 2000 (Penaglia, 2016).

Sin embargo, con las movilizaciones estudiantiles del 2001, 2006, y principalmente 2011 nos encontramos con críticas al modelo, que de alguna u otra manera entran en disputa con el sentido común hegemónico, de ahí también la emergencia “de una pluralidad de conflictos que se constituyeron tanto desde proyectos con vocación de transformaciones estructurales, hasta matrices conflictuales demandantes del Estado por la reproducción social, integración y/o cambio institucional” (Penaglia, 2016:56). Esto además –según el análisis del trabajo de campo-, se visualiza en algunas significaciones atribuidas al propio Movimiento Estudiantil, junto con críticas, autocríticas y desafíos que hacen los mismos entrevistados.

Por último, las disputas del sentido común -en el marco del conflicto estudiantil– están determinadas por las corrientes ideológicas, apuestas estratégicas y tácticas, los diseños organizacionales, las lecturas respecto del período y la coyuntura, entre otros aspectos constitutivos del proyecto de cada una de las organizaciones.

 

5. REFLEXIONES FINALES

Lo anteriormente expuesto aborda dos ideas que se han visualizado como categorías emergentes en un primer análisis de la investigación.

La primera es la idea de necesidad como explicación para el surgimiento o estructuración de organizaciones políticas estudiantiles posterior al 2011, que se reflejan como la necesidad de construir discursos y marcos de acción colectiva dentro del Movimiento Estudiantil y en los propios sectores donde están inmersas buscando re-construir al sujeto histórico de clase en el Chile actual.

Esto significa generar la necesidad de realizar análisis de división de clase y estructurales, que permitan brindarle identidad a estas organizaciones que están en constante disputa con aquellas que tienen una estrategia política de carácter institucional, como lo son el llamado bloque de conducción, que aglutina a la Unión Nacional Estudiantil (UNE), Frente de Estudiantes Libertarios (FEL) e izquierda Autónoma (IA) o Movimiento Autonomista.

La segunda categoría, es la idea del sentido común, que se configura como parte del paradigma postdictadura. El que se visualiza como un dispositivo que mantiene el orden democratizador que carece de historicidad, debido a la apertura del sujeto, en donde ya no se habla al sujeto de clase, sino a sujetos ciudadanos que mantienen demandas moderadas y que configuran el lineamiento general del Movimiento Estudiantil. Es por ello que, a pesar de los intentos que han realizado las organizaciones que se autodenominan de izquierda revolucionaria, el Movimiento Estudiantil sigue siendo un movimiento pluriclasista, no solo porque los sujetos que confluyen en este espacio sean diversos, sino porque los discursos y demandas que han emergido -aunque cuestionen el modelo neoliberal de educación- se han ido naturalizando y limitando a las condiciones posibles de transformación, en un marco estrecho de la democracia de los consensos que sigue prevaleciendo en la forma institucional de hacer política.

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TESIS

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  1. Investigación para la obtención al grado de Magíster en Métodos para la Investigación Social de la Universidad Diego Portales de Chile.
  2. Por asuntos éticos, los nombres de las organizaciones en que participan las y los militantes entrevistados se mantienen en anonimato, al igual que las identidades de las personas.
  3. – http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2014/11/04/militancias-de-izquierda-los-pecados-de-juventud
  4. Para la elaboración de este artículo se analizaron los discursos de 7 jóvenes entrevistados, por ello su característica de hallazgos preliminares.