Artículo Volumen 6, Nº1, 2018

Editorial – volumen 6, número 1, 2018

Autor(es)

Hugo Omar Inostroza Sáez

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Política y estrategia

Las grandes transformaciones políticas y sociales aparecen vinculadas, sin gran error de demostración, con los desarrollos culturales, científico-tecnológico, económico y político, que apuntan a características de una sociedad cambiante, que hace del conocimiento teórico un impulso acelerado preponderante de procesos intelectuales que contribuyen a la investigación de las ideas para nuevos dispositivos y funciones organizacionales.

Lo anterior ha significado poner frente a frente asuntos de aciertos y errores, sustentados por las contradicciones sostenidas como expectativas únicas de desarrollo histórico, evidenciados por nuevas definiciones basadas en la evolución, la casualidad repentina, la revolución silenciosa y relaciones causales, como grandes asuntos observados predictivos, especialmente hoy en la relación científico-tecnológica y sus efectos en aspectos conceptuales, que han permitido profundizar en espacios desconocidos del conocimiento.

En un acercamiento premeditado de hoy, se pueden advertir cambios en los sistemas políticos, simbólicos, ritualísticos, valóricos, metodológicos, decisionales y analíticos, todos ellos bajo condiciones de abstracción y explicación cibernética en los últimos ochenta años, advirtiendo que, en el caso de la política, su tarea es acelerar la innovación en los mismos, como también las estrategias y el aprendizaje organizativo.

Fundamentales problemas temáticos de la política encajan o son afectados por esos cambios, entre los cuales se pueden mencionar: 1) el funcionamiento comparado de sistemas políticos; 2) estabilidad de los mismos; 3) comportamiento de sus instituciones en la toma de decisiones integradas; 4) los procesos críticos que se enfrentan y su verificación; 5) la importancia de sus dispositivos y mecanismos compensatorios y estratégicos para superar las crisis sociales y físicas de variada naturaleza; 6) la importancia valórica de los postulados de gobierno, considerando equilibrios en la vida ciudadana (ideologismos y doctrinas; imposición de mayorías, representatividad y otras condiciones); 7) la información, la comunicación y la inteligencia; 8) el prestigio del poder y la coherencia de un sistema; 9) el conflicto, la transacción y la negociación política; 10) la intervención premeditada de actores internos y externos para infiltrar, destruir y cambiar la mentalidad, memoria y objetivos de los sistemas políticos; 11) la planificación estratégica en la política; 12) fortalezas y debilidades de los sistemas políticos; 13) cambios, deterioro político y gobiernos, 14) redes de información y mentalidad estratégica.

Lo recién indicado puede constituir un manojo multiplicador de productos políticos, muchos de los cuales ofrecen la perspectiva de ser investigados por la aplicación de metodologías bajo una dirección organizacional ejecutivo-estratégica bien concebida, para proyectarlos en escenarios de futuro sin distancias definidas. Sin olvidar ni descartar que la política como disciplina reconoce y mantiene un pasado del cual no puede escapar fácilmente, es conveniente recalcar que la productividad del cambio social y de la naturaleza desafían y exigen métodos cualitativos y cuantitativos, sobre los cuales no existe todavía un pronunciamiento definitivo.

Lo citado obliga a pensar y reiterar que la cultura genera valores, normas y creencias que le permiten mantener su vitalidad en los comportamientos y acciones organizativas del ser humano, los cuales se estructuran con elementos diferenciados entre sí, pero cuya tendencia, hasta ahora, es a integrarse para un equilibrio de sustentabilidad no permanente en el transcurrir del tiempo.

Lo que precede a la cultura es la explicación de ciertos fenómenos socioculturales con la cual, de acuerdo con ciertos principios de validez aceptados, sostienen las relaciones existentes con otros de condición semejante y así buscar explicaciones de un mismo fenómeno aplicando disciplinas distintas.

Respecto de lo anterior, vincular la política con otros ámbitos del conocimiento, cuya relevancia radica en la cualidad de la especialización, significa necesariamente fragmentar objetos mayores en partes menores cuya autonomía sirve para encontrar explicaciones de más complejidad en las más pequeñas. De alguna manera, la teoría política ha encontrado un campo de explicaciones sobre una temática ampliada en su esfera. Pero la misma, en muchos aspectos, se ve interrumpida por teorías que debieran complementarla, como ocurre especialmente con la teoría organizacional, la misma que puede darle mayor consistencia a la institucionalidad, robusteciendo la importante opinión de los clásicos, desclasificados permanentemente de aquellos del alto y bajo medioevo y, después, de los que idean una institucionalidad más comprensiva todavía, existente y ejemplarizadora.

Por otra parte, las teorías sociales presentan algunos avances cuantitativos importantes en sus grandes temas, los que inciden en la cualidad de otros, despertando en ellas muchas inquietudes por el avance de las ciencias materiales y de su universalidad, cada vez mayor. Lo mismo ocurre con la filosofía social, que avanza en ambos sentidos, teniendo una aceptación de la que algunos no pensantes quieren escapar con deliberación ignorante de la racionalidad.

La evidencia encontrada en las funciones políticas, restringida al comportamiento del sistema político (por ejemplo, formas de gobierno y regímenes), aparece muy disminuida por la inexistencia de procesos planificados de formulación estratégica no integrados a otras disciplinas. Por lo mismo, las investigaciones científica, teórica y operacional, parecen obstaculizadas en la política, entre otros, por procesos de búsqueda y costos de sus proyectos, la ausencia de alternativas, la lentitud de su retroalimentación, la elusiva presencia y decisión de los gobiernos, el temor a la alteración de la cultura y a los dispositivos y turbulencias del poder existentes.

En una síntesis forzada de las ideas expuestas, se puede sostener que el posicionamiento de la teoría política debe ser compartido con la teoría organizacional para entender una nueva institucionalidad y las correcciones que puedan efectuarse, el retorno de una filosofía social y las teorías sociales renovadas a un velocidad impactante, sin perjuicio del alcance a que están llegando, por su lado, las teorías duras del conocimiento, de las cuales la política no puede prescindir ni tampoco explicarse los hechos y fenómenos de lo que hoy se entiende por la globalización planetaria y la internalización, sin excluir de todo esto a la comprensión adelantada del significado de la cultura y de la civilización y el comportamiento humano, todos los cuales no solo rebotan en ella, sino que además impactan y alteran sus resultados.