Artículo Volumen 6, Nº1, 2018

Consideraciones del ethos para un análisis del discurso político: el caso Carta Abierta

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Baal Delupi

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RESUMEN

En los últimos tiempos los estudios del discurso han aportado herramientas significativas a las ciencias sociales y humanas, sobre todo para pensar una renovación teórica y metodológica. Dentro de este contexto, este trabajo tiene por objetivo analizar de qué manera la categoría ethos permite una aproximación al análisis del discurso político en nuestras sociedades contemporáneas. Este concepto de la Grecia antigua sigue siendo importante para ver la “imagen de sí” que se configura en los discursos (Dagatti, 2015). Presentaremos, en primer lugar, un recorrido por las consideraciones más importantes acerca del ethos y luego trabajaremos con algunos resultados de una investigación en curso: la configuración del sujeto intelectual en los procesos socio-políticos: el caso del colectivo autodenominado Carta Abierta (2009-2015), en Argentina. Por último, utilizaremos algunas categorías de Eliseo Verón (1981-87) para enriquecer el análisis propuesto.

ABSTRACT

In recent times, discourse studies have contributed significant tools to the social and human sciences, especially to think about a theoretical and methodological renewal. Within this context, this work aims to analyze how the ethos category allows an approach to the analysis of political discourse in our contemporary societies. This concept of ancient Greece is still important to see the «self-image» that is configured in the discourses (Dagatti, 2015). We will present, first, a tour of the most important considerations about the ethos and, then, we will work with some results of an ongoing investigation: the configuration of the intellectual subject in socio-political processes: the case of the self-denominated collective (2009-2015) in Argentina. Finally, we will use some categories of Eliseo Verón (1981-87) to enrich the proposed analysis.

1. INTRODUCCIÓN

El análisis del discurso político tiene un vasto recorrido en distintas escuelas de pensamiento. Desde la retórica clásica hasta nuestros días, los intentos por comprender el discurso político y sus problemáticas han sido esfuerzos de grandes pensadores. Sin embargo, lejos de estar clausurado, este tema adquiere gran relevancia en nuestros días.

¿Por qué es importante pensar en el análisis del discurso político? Este permite explicar, en alguna de sus dimensiones constitutivas, el funcionamiento de un sistema político -cualquiera sea su origen-, su institucionalidad y su eficacia gubernamental (Dagatti, 2012).

Desde nuestra perspectiva, y retomando aquí las propuestas de Patrick Charaudeau (2006), Eliseo Verón (1987) y Elvira Arnoux (2008), los discursos políticos involucran procesos de identificación donde se ponen en juego prácticas e imaginarios sociales de una comunidad.

El objetivo de este trabajo es poder mostrar, por un lado, la potencia de la categoría ethos para pensar la discursividad política en nuestras sociedades contemporáneas y, por el otro, de qué manera puede ser operativa en el análisis. Para realizar dicho fin, emplearemos la reactualización que hace Maingueneau de esta noción clásica. Asimismo, para el análisis del corpus propuesto, también utilizaremos las categorías analíticas de Eliseo Verón: los tipos de destinatarios, los componentes y su concepción de condiciones de producción. Esto nos permitirá, junto con la categoría ethos, observar de qué manera se configura el intelectual como sujeto en su producción discursiva.

2. ETHOS

A continuación mencionaremos algunos de los autores que han trabajado con la noción de ethos, cuyos análisis contribuyen a la reflexión de este trabajo.

El término ethos aparece descripto en la Retórica clásica de Aristóteles, cuando este señala la existencia de tres tipos de modos de persuasión: el logos, el pathos y el ethos. Mientras el logos se asocia a la razón, el pathos y el ethos son conceptos que hacen referencia a disposiciones –emotivas– del auditorio; el ethos, en la retórica clásica, tiene un carácter ético-moral (Montero, 2012). Como bien lo reseña Mariano Dagatti (2012, p. 66), este concepto hace alusión a la “imagen de sí que construye el locutor en su discurso para ejercer influencia sobre el alocutario”. Aristóteles considera al ethos clave en el discurso persuasivo, para él “se persuade por medio del ethos cuando se pronuncia el discurso de tal manera que haga al orador digno de ser creído” (Vitale, 2013, p. 9).

La Escuela Francesa de Análisis del Discurso 1 recupera la idea de ethos anclado en las de Dominique Maingueneau, vinculadas con los planteos de Oswald Ducrot. Este lingüista francés diferencia “el ethos discursivo, la imagen del orador construida por el propio discurso, del ethos prediscursivo, las representaciones del orador que posee el auditorio antes de que este tome la palabra” (Vitale, 2013, p. 9). Asimismo, algunos autores, como Maingueneau, Amossy, entre otros, han reformulado esta idea clásica de ethos. El primero le agrega a este término retórico una definición que también toma en cuenta la presencia de una voz y cuerpo, más allá del rol/estatuto de locutor. Maingeneau postula, en sus “Términos clave del análisis del discurso”, que “todo discurso, oral o escrito, supone un ethos: implica cierta representación del cuerpo de su garante, del enunciador que asume su responsabilidad” (2009). Entonces, particularmente en el discurso político, la efectividad del orador depende de la imagen que este construye de sí. Aristóteles postula que el arte de persuadir es encontrar lo que el público quiere escuchar por más que sea incomprobable: aquí es importante pensar lo “verosímil”. Los ethe son aquellos atributos que el orador muestra, con el objetivo de generar confianza en el auditorio. A través de ese pacto de confianza, el orador puede postular “síganme”, “créanme”, etc. (Dagatti, 2012).

Por su parte, Lopes Piris (2005) trabaja esta noción separando el ethos retórico y el ethos discursivo. Procede, en un primer momento, retomando las ideas principales de la retórica de Aristóteles, pasando por relecturas de Ekkehard Egg, Barhtes, Declercq, Ducrot, Fiorin, entre otros. En un segundo momento, retoma las conceptualizaciones de Maingueneau y el modo en que este adapta esa idea antigua a los estudios del discurso.

Como ya mencionamos, desde los estudios retóricos y argumentativos contemporáneos ha habido algunos intentos por seguir reflexionando acerca de la dimensión éthica. Dagatti (2012), por ejemplo, realiza un recorrido histórico acerca del tratamiento del ethos en la tradición éthica latina (Quintiliano y Cicerón) y en la neoretórica y teorías de la argumentación (fundamentalmente desde Perelman).

Considerando estos autores, aún desde sus diferentes perspectivas, podríamos considerar, a modo de síntesis, que el orador se construye en su producción discursiva, mediante los ethe, como alguien creíble y que cuenta con la confianza del auditorio. Como sostiene Perelman “En la argumentación, lo importante no está en saber lo que el mismo orador considera verdadero o convincente, sino cuál es la opinión de aquellos a quienes va dirigida la argumentación” (1997, p. 63).

Es importante mencionar que el orador se configura en su imagen de sí a partir del contexto en el que se inscribe. Es decir, su legitimidad no solo va a sostenerse en lo que dice, sino también en la legitimidad que se construya a partir de la doxa: aquellos presupuestos/creencias compartidas por una sociedad:

La capacidad de transferir a las conclusiones la adhesión concedida a estas premisas hechas a imagen y semejanza del auditorio se basa en gran parte en la eficacia ilocucionaria del ethos, es decir, en la fuerza performativa de esa imagen para desplegar un universo sensible en el que el auditorio se vea envuelto por lo que el orador dice y muestra de sí (Dagatti, 2012, p. 31).

También resulta relevante remarcar la influencia de Barthes en los estudios retóricos. El autor actualiza el programa de Aristóteles y postula que no es tan relevante la imagen construida en el plano de la denotación (de lo dicho), sino lo que acontece en el plano de la connotación (de lo mostrado).

Por su parte, la pragmática de Ducrot (1984) intenta abordar las problemáticas del sujeto, rompiendo con la idea de “unicidad del sujeto que habla”. Para ello va a trabajar en el plano enunciativo, incorporando la noción clásica de ethos.

Finalmente, como dijimos, Maingueneau2 brindado aportes significativos para pensar el ethos en las últimas décadas. El autor postula que esta noción no puede separarse de la situación de enunciación del discurso. Postula que el ethos va a operar como si fuese una “convocatoria”, el destinatario entonces quedaría ligado en la situación de enunciación que el propio discurso implica (Dagatti, 2012). El autor va a afirmar, entonces, que la noción de ethos nos direcciona a la figura de un garante inmerso en un mundo éthico.

Maingueneau (2009) va a postular que la eficacia del ethos radica en que envuelve a la enunciación sin estar explicitado en el enunciado. A esa “envoltura” el autor la va a llamar dispositivo de enunciación. El tono de voz3 la elección de palabras, sus gestos y argumentos van a formar parte de signos éthicos atravesados por lo dicho y lo mostrado4.

Lo éthico, entonces, según este enfoque, se construye en el discurso, aun cuando haya información anterior, la imagen del locutor no puede ser exterior a la escena enunciativa. La eficacia persuasiva a través del ethos radica en que el lector-oyente se logra identificar y movilizar a partir del discurso.

Es importante remarcar, siguiendo a Dagatti (2012), que el ethos opera en un doble plano: por un lado, el ethos se construye en una imagen netamente discursiva (correspondiente a la noción griega aristotélica) y en una imagen de sí anterior a la enunciación (correspondiente a la concepción latina). Más allá de los debates en torno a la noción de pre-construido por Pêcheux, Maingueneau va a hacer referencia a lo pre-discursivo. Si pensamos en discursos, esta noción no puede ser entendida en términos cronológicos, como si lo “previo” estuviera marcado por palabras dichas anteriormente por el propio orador. Por el contrario, pensamos en lo “pre” como todos aquellos discursos/otras voces que intervienen en la instancia de enunciación de orador.

Hablamos de escenas validadas en el plano exterior (porque la preexiste) e interior (porque forma parte del discurso). Entonces, el ethos puede ser pensado como:

La construcción de una imagen de sí de un locutor, de acuerdo con esquemas sociales preestablecidos y sometida a una regulación sociocultural. El locutor elabora su propia imagen en función de las representaciones que proyecta como creadas por su auditorio: se trata de una relación de tipo especular (Dagatti, 2012, p. 43).

Para concluir este recorrido, debemos remarcar la relevancia de esta categoría en los estudios contemporáneos del discurso. Las distintas categorizaciones de ethos han sido útiles a lo largo del tiempo, tanto en su versión inicial como en las actualizaciones que diversos autores fueron realizando. Para este trabajo en particular, vamos a utilizar el ethos para observar qué imagen de sí –del intelectual– se proyecta en los discursos del colectivo autodenominado Carta Abierta.

3. EL DISCURSO INTELECTUAL

La disputa por la hegemonía discursiva en una época determinada puede reconocerse en todo proceso sociopolítico. Los intelectuales parecen ser un vehículo esencial en la conquista por el discurso hegemónico (Gramsci, 2012). Desde esta perspectiva, y para comprender los presupuestos que atraviesan los procesos sociopolíticos, entendemos que es insoslayable la indagación sobre la producción de sentido en el discurso intelectual que circula en relación con esos procesos.

Partimos de la propuesta de Altamirano (2013), quien elabora una definición inicial del intelectual: son los que pueden “proporcionar a la sociedad ‘una conciencia inquieta’ de sí misma, una conciencia que la arranque de su inmediatez y despierte la reflexión” (p. 46). Si bien no hay una definición unívoca sobre quién es un intelectual, se pueden señalar diversas denominaciones en las distintas etapas históricas y procesos socio-políticos. Podríamos remontarnos a las ideas platónicas o aristotélicas sobre la función del pensador en la polis. ¿Cuál es el rol del intelectual en los procesos sociopolíticos en la actualidad? Es una de las preguntas que muchos pensadores se han hecho: Benda, Sartre, Benjamin, Walzer, Williams, Said, Gramsci, Bourdieu, Sarlo, Charle, Altamirano, entre tantos otros. Podemos observar, entonces, que la figura del intelectual en el terreno de lo público es una discusión de larga data; sin embargo, adherimos a la propuesta de Altamirano (2013) y Pulleiro (2013), quienes plantean que el caso Dreyfus5 marca un antes y un después en las reflexiones sobre el rol social del intelectual.

Más allá de las diversas ideas sobre el intelectual en distintos momentos históricos, podemos decir que hay cinco grandes figuras que permiten introducirnos en el debate acerca de quién es el intelectual y cuál es su incidencia. En primer lugar, se sitúan “Los nuevos clercs”, de Benda: el intelectual aparece como una figura que debe custodiar los valores de la civilización (Altamirano, 2013). En segundo lugar, se encuentra el ‘intelectual comprometido’ sartriano: Sartre sostiene que los intelectuales tienen una gran responsabilidad y deben conservar su autonomía de los poderes y aparatos políticos (Sartre, 1981). En tercer lugar, aparece el ‘intelectual orgánico y tradicional’ gramsciano: toda clase que quiera conquistar la hegemonía de una sociedad debe contar, por un lado, con nuevos intelectuales, y por otro, con los ya tradicionales de una comunidad determinada (Gramsci, 2012). De este modo, según Pulleiro (2013) “se amplía la noción de intelectual y relaciona esa categoría con tareas organizativas”. En un cuarto lugar, podemos mencionar a Walzer (1993), quien entiende que la función del intelectual es estar dentro de la comunidad y debe aparecer como un “articulador de la queja común”. Por último, podemos situar al ‘intelectual crítico’ de Said: lo que define un intelectual es la crítica que hace de su tiempo. Propone la idea del intelectual como francotirador: este es quien “plantea cuestiones incómodas para los gobernantes, desafía las ortodoxias religiosas e ideológica” (Said, 1996).

Antes de desarrollar qué es Carta Abierta, nos parece importante decir que Argentina tiene una vasta tradición de intelectuales que han sido parte de la escena pública. Podríamos caracterizar los famosos “intelectuales de la generación de 1837”, pasando por la discusión Borges vs. Sábato, hasta llegar a nuestros días. Sin embargo, y para entender qué resignificaciones posibles hay entre Carta Abierta y el pasado, sobre todo en las décadas 1960 y 1970 -donde se pueden rastrear diversas marcas-, es importante conocer la generación de intelectuales de Contorno6 y Pasado y Presente7. No vamos aquí a desarrollar estos colectivos, pero sí postular que la segunda revista es el último bastión de los grupos intelectuales comprometidos/revolucionarios antes de la dictadura de 1976. Posterior a este periodo, y sacando las revistas que se gestaron en el exilio, el retorno a la democracia va a cambiar las consignas intelectuales: ya no serán de “revolución”, sino centradas en “una democracia que funcione”. En este sentido, entendemos que los intelectuales de Carta Abierta se construyen de manera distinta a los de 1960 y 1970, asumiendo posiciones diversas, pero, al mismo tiempo, adoptando posiciones análogas que permiten pensar en puntos de vista coincidentes. Un concepto clave para entender esto es el de “batalla cultural”, concepto gramsciano que utiliza Carta Abierta en sus discursos. Esa palabra aparece como una marca que dialoga con Pasado y Presente: los intelectuales de esta revista eran llamados “gramscianos argentinos” y utilizaban muchos de sus términos para pensar la realidad argentina. Así podremos encontrar otras marcas como “el rol social del intelectual”, etc.

4. CARTA ABIERTA

Para entender el surgimiento de Carta Abierta es importante entender el contexto social, político y económico que se vivía en la primera década del siglo XXI en Argentina.

Luego de los años ’90 –de gobiernos neoliberales–, llega al gobierno Néstor Kirchner. Comenzó su mandato en un país con un altísimo nivel de conflictividad social, la ‘crisis de 2001’8, momento en el que se rompió la paridad peso/dólar, en un clima social muy hostil y con niveles de pobreza inéditos en el país (Natanson, 2008). Néstor Kirchner implementó medidas controversiales, a partir de algunas prácticas y discursos que parecían activar operaciones sobre la memoria colectiva, que recordaban los años ’60 y ’70 (Pigna, 2017); una de ellas, fue el papel protagónico que tuvieron los intelectuales, pero, esta vez, desde el Estado, participando en actos gubernamentales, articulando su pensamiento y actividades con las secretarías, Ministerios, etc. Claramente la hegemonía discursiva, el conjunto de retóricas y doxas de nítida configuración peronista, marxista, de izquierda opuesta al neoliberalismo imperante cambian respecto de la etapa anterior (Martínez, 2014).

A pesar de la crisis, el denominado Frente Para la Victoria pudo sobreponerse y logró gobernar durante doce años con políticas de Estado que dividieron aguas en la población. Intelectuales como Horacio Verbitsky, Nicolás Casullo, Ricardo Forster, Jaime Sorín, Horacio González, Adrián Paenza, Daniel Filmus y Diego Tatián, entre otros, tuvieron lugares preponderantes en la producción discursiva que acompañaba a las medidas que desarrollaba el gobierno de Néstor Kirchner y, posteriormente, en los dos periodos de Cristina Fernández. En la primera gestión de la mandataria, el rol de los intelectuales tuvo gran influencia.

Para especificar el momento del surgimiento de Carta Abierta, es importante centrarnos en el año 2008. En el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, el ministro de economía de entonces, Martín Lousteau, anunció medidas de retenciones para el sector del campo. En respuesta a estas disposiciones, organizaciones patronales agrarias –Federación Agraria Argentina, Sociedad Rural, Confederación Rural Argentina, entre otras– bloquearon las rutas en distintos puntos del país. Este conflicto desató opiniones encontradas entre distintos sectores, sobre todo políticos. Del lado del sector agropecuario estaban, en apoyo, los partidos UCR, PCR, MST, PRO, entre otros.

En medio de esta polaridad –gobierno vs patronales del campo y partidos opositores–comenzaron a expresarse grupos de intelectuales y trabajadores de la cultura que, poco a poco, se fueron nucleando en grupos más grandes con deseos de expresar una “tercera posición”, “ni con el gobierno, ni con el campo”, entendiendo que estos eran sectores capitalistas que estaban cuidando intereses que no eran del pueblo.

Finalmente, luego de cien días de conflicto, Cristina Kirchner mandaría la ley al Congreso, donde ganaría el “no” al intento de imponer retenciones al campo. Quien definió la votación fue el Vicepresidente de ese entonces, Julio Cobos, quien provenía de filas radicales (González, 2014).

Con el tiempo, los grupos de pensadores que se habían pronunciado al respecto crearon Carta Abierta y se hicieron muy conocidos en todo el país. Ya no aparecieron como una tercera posición, sino que fueron, de a poco, apoyando las medidas de Cristina Kirchner. Divididos en comisiones de Cultura, Economía, Estado, Política de género, Derecho tecnológico, Foro de salud, Filosofía, entre otras, publicaron 25 cartas. En ellas expresaban sus ideas y preocupaciones frente a diversos conflictos: “Hace varios años que nos reunimos los sábados más de 300 intelectuales de distintos lugares del país para discutir sobre la coyuntura socio-política-económica. Es una experiencia notable en la historia intelectual-política Argentina” (Tatián, 2017).

Uno de los máximos exponentes de Carta Abierta, el filósofo Ricardo Forster, explica la relación entre el intelectual y la política: “llegamos a la política por un deseo casi individual de cada uno de nosotros de recuperar viejas deudas” (2008). De esta manera, observamos cómo la figura del intelectual se va configurando en la discursividad política –e intelectual- con características particulares que puede, tentativamente, resignificar en sus discursos, algunos procesos de la memoria colectiva (Montero, 2012).

Una hipótesis que orienta este trabajo es que el sujeto intelectual de Carta Abierta, en su primera producción discursiva, se construye de manera particular proyectando la imagen de intelectual comprometido –sartreano–. Sería interesante, en otra instancia, observar la mutación de este intelectual comprometido, al que se va a configurar en las cartas posteriores, donde aparece en escena un intelectual orgánico que adhiere y apoya sin más al gobierno kirchnerista. Asimismo, entendemos que en las producciones discursivas de este grupo hay enunciados que dialogan con otros, anteriores y simultáneos (Bajtín, 1989). A partir de esta característica de documento, los discursos pueden ser pensados como objetos memorísticos, hay algo que es retomado, relocalizado y resignificado para funcionar bajo otras condiciones.

Anticipamos la dificultad de caracterizar qué tipo de intelectuales son los de Carta Abierta a lo largo de todo su desarrollo, dado que en sus comienzos –como ya mencionamos–, sobre todo en el primer editorial, se planteaban como un grupo de pensadores críticos que cuestionaban, incluso, políticas de la presidencia de Cristina Fernández. Luego, con el correr de los sucesos y de los años, fueron abandonando la “independencia crítica”, lema que tenían en sus orígenes (González, 2014). No pretendemos analizar aquí todo ese proceso de transformación, sino más bien analizar donde todo comenzó.

5. METODOLOGÍA

Elvira Narvaja de Arnoux (2006, p. 13) nos dice que el analista del discurso debe poder “reconocer determinadas marcas discursivas como indicios a partir de los cuales formula hipótesis, en relación con un problema que se ha planteado o que le ha planteado otro profesional”. El analista del discurso debe recurrir a disciplinas lingüísticas y no lingüísticas, dependiendo del problema desde el que se parte. En sintonía con estas ideas, Marc Angenot postula en su pragmática sociohistórica, que el analista del discurso debe conocer de historia y sociología (2010). Es por esto que en este trabajo nos proponemos a rastreas algunas marcas discursivas en la producción de Carta Abierta. Desde una perspectiva socio-semiótica, trabajaremos con discursos, no abordaremos aquí un análisis netamente lingüístico como paquete textual.

Hemos denominado a los discursos de Carta Abierta ‘discursos políticos-intelectuales’, dado que en ellos aparecen características de ambas discursividades. Coincidimos con Verón (1987) en que el discurso político está signado por el enfrentamiento, por el conflicto, donde se produce una lucha entre “enunciadores”. Esto lleva a pensar en la dimensión polémica que tiene el discurso político, en términos del autor.

En este análisis pretendemos observar de qué manera se configura el intelectual de Carta Abierta en sus producciones discursivas políticas-intelectuales. Para dicho fin nos centraremos en el plano enunciativo, por ende, la configuración del “otro” enemigo aparece de manera indispensable: “la enunciación política parece inseparable de la construcción de un adversario” (Verón, 1987, p. 3). Como mencionamos al comienzo, nos interesa indagar la discursividad política-intelectual en uno de los niveles de su funcionamiento discursivo: el de la enunciación. Nos interesa utilizar los componentes fundamentales que aloja dicho dispositivo: el enunciador, entendido como una “modalización abstracta que permite el anclaje de las operaciones discursivas a través de las cuales se construye, en el discurso, la imagen de quien habla” (Verón, 1987, p. 16) y el destinatario, la imagen a quien se le habla. Martínez (2016), por su parte, postula que “este nivel es central en la configuración de las fronteras simbólicas que hacen posible una identidad”. Siguiendo a la autora, creemos que el aparato enunciativo permitirá observar el rol intelectual en un momento histórico determinado.

Nos proponemos observar, del vasto universo discursivo de una época dada, distintos campos discursivos para trabajar. Al interior de ellos operaran una serie de posicionamientos y formaciones discursivas (Pecheux, 2016). Podemos aquí trazar una cartografía que permita entender este dispositivo: supongamos que la discursividad social de una época determinada (Angenot) se constituye en el gran universo espacial. Dentro de ese gran universo, el analista hará un recorte que se constituirá en campos discursivos. Supongamos, para seguir con el ejemplo geográfico, que esos campos son los distintos planetas dentro del universo. Entonces el analista elegirá, por ejemplo, la tierra. Ella estará constituida por diversas formaciones discursivas y posicionamientos que hacen que determinadas cosas puedan ser dichas en un momento dado. Para ser más específicos, diremos que esas formaciones discursivas y posicionamientos están definidos como “regiones con contornos definidos; conjuntos de trazos específicos relacionados con el mismo sistema de categorías y de reglas que aseguran su unidad” (Colombo, 2013, p. 21). Aquí es donde tendremos material de análisis para detectar marcas en la superficie material del texto, que al relacionarlas con las condiciones de producción, devendrán en huellas. Es decir, lejos de creer que “todo está en el texto”, nuestro análisis constará de poner en relación esas marcas con el contexto de generación de ese discurso.

Si bien nos interesa analizar el funcionamiento del ethos ya descripto, también reflexionaremos acerca de quiénes son los autores legitimados para hablar de ciertos temas, qué temáticas circulan, qué fronteras discursivas se trazan, qué visiones de mundo aparecen, qué se describe y promete, etc.

Para enriquecer la categoría ethos, utilizaremos algunas herramientas de análisis propuestas por Eliseo Verón. Específicamente nos centraremos en los tipos de destinatarios y componentes que propone en el plano del enunciado, esto me permitirá observar qué destinatarios se configuran y qué componentes circulan en la discursividad político-intelectual en un periodo histórico. También nos proponemos observar las condiciones de producción de los discursos.

Verón (1987) sostiene que en cualquier discurso político hay tres posibles destinatarios: el prodestinatario, el contradestinatario y el paradestinatario. El primero refiere a un destinatario que responde a las ideas, creencias y valores del enunciador, es el destinatario “positivo” –suele ser el partidario–. En él aparece el “colectivo de identificación”, es decir, ese nosotros inclusivo –en términos de Benveniste–. En este tipo de destinatario aparece la necesidad de reforzar la creencia. El contradestinatario refiere al destinatario negativo, el que se encuentra excluido del colectivo de identificación: “otro discurso que habita todo discurso político no es otra cosa que la presencia, siempre latente, de la lectura destructiva que define la posición del adversario” (1987, p. 4). Aquí se pone en juego la polémica. Por último, se encuentra el paradestinatario: son los que están excluidos “del juego”, los indecisos. Aquí se pone en juego la persuasión. Considero que este último no es relevante para el corpus seleccionado dado las características de los discursos.

Esta clasificación se va a relacionar con la construcción del ethos antes descripto. Es decir, la imagen que se construye en el discurso configura quién es el orador y quién es el adversario; en términos de Verón, se puede pensar que uno también se define a partir del otro.

Por último, vamos a utilizar los componentes que propone Verón: descriptivo, didáctico, prescriptivo y programático. Para el presente trabajo, dadas las características de los discursos, nos centraremos en el descriptivo y el programático. Estos nos servirán para ver la articulación entre el enunciado y enunciación: “los componentes definen las modalidades a través de las cuales el enunciador construye su red de relaciones con las entidades del imaginario” (1987, p. 6).

6. ANÁLISIS

Carta Abierta

El ethos intelectual de Carta Abierta (de ahora en más CA) parece cristalizarse en un grupo de pensadores que propone una “intervención intelectual, comunicacional, informativa y estética en el plano de los imaginarios sociales” (Carta Abierta 1, 2009 p. 2): aparece rápidamente el componente programático de Verón. Los miembros de CA se diferencian de otros grupos de intelectuales de décadas anteriores ya que ellos proponen acciones transformadoras –la batalla cultural– que va en sintonía con algunas de las medidas del gobierno kirchnerista. El ethos intelectual aparece como el resultado de una memoria generacional crítica. Cuestionan la década de los ’90, rechazan el neoliberalismo y proponen transformar la sociedad en ese contexto socio-histórico. Si bien en las primeras líneas aparece un impersonal: en el contexto mundial se ha movilizado a “integrantes de los mundos políticos e intelectuales” (Carta Abierta 1, 2009, p.1), luego, el enunciador manifiesta un “nosotros” que signará el discurso hacia el final. La misión del grupo intelectual aparece de manera precisa en su primera producción discursiva con una misión clara:

Nuestro propósito es aportar a una fuerte intervención política –donde el campo intelectual, informativo, científico, artístico y político juega un rol de decisiva importancia– en el sentido de una democratización, profundización y renovación del campo de los grandes debates públicos (Carta Abierta 1, 2009, p. 3).

Es importante remarcar que, aunque se ligue CA con el kirchnerismo, este grupo se configura en su primer escrito trazando una frontera discursiva respecto de aquel gobierno; lo nombra siempre en tercera persona singular: “el gobierno nacional”, “el de Cristina Fernández” (Carta Abierta 1, 2009, p. 1). Se sitúan afuera del como un colectivo distinto.

CA entiende que debe intervenir, pero no de cualquier manera, sino con un sentido democrático y de unidad, pensando que hay una renovación en los pensadores que penetran la escena pública. Evidentemente y a lo largo del todo el texto, podemos ver, sin que sea reiterativo, que la idea de lo “nuevo” aparece de manera recurrente.

En el discurso se tematiza el otro enemigo que los asecha, la necesidad de un pensamiento crítico, el rechazo a lo que se venía haciendo desde el campo intelectual, la necesidad de que surja “lo nuevo”, como así también pensar en las posibilidades reales de penetrar en el umbral político a partir de una batalla cultural. Se configuran como los intelectuales destinados a construir un pensamiento crítico respecto de las polarizaciones que se vienen construyendo desde hace años. Si bien no comulgan con el gobierno kirchnerista, entienden que este es diferente al neoliberal.

Ellos vs. nosotros

Se advierte una escritura colectiva firmada por todos los miembros de la organización, sin saber con exactitud cuántos escriben. En los primeros párrafos aparece un plural inclusivo: “hoy asistimos en nuestro país a una dura confrontación entre sectores económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes y un gobierno democrático que intenta determinadas reformas en la distribución de la renta y estrategias de intervención en la economía” (Carta Abierta 1, 2009, p.1).

El ‘conflicto’ se presenta ya al comienzo de la carta, señalan una “confrontación entre sectores económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes” (Carta Abierta 1, 2009, p.1), que se presentan como un ‘ellos’ versus ‘ellos’: el primero refiere al “gobierno democrático que intenta determinadas reformas en la distribución de la renta y estrategias de intervención en la economía” (Carta Abierta 1, 2009, p.1) y el otro a los grupos concentrados representados en la derecha/medios de comunicación. Esta descripción del contexto en el que viven responde al componente descriptivo que propone Verón. Es interesante ver cómo los miembros de CA se salen del juego, describen una frontera discursiva en la que, si bien adhieren a las ideas del gobierno, no se incluyen en ese colectivo de identificación. Rápidamente, en la página 1 podemos ver el prodestinatario y el contradestinatario. Recordemos que CA surge en pleno conflicto por la Ley “125”, donde el gobierno kirchnerista intentaba imponer retenciones a los dueños de los campos, que antes no tenían interviniendo en sus ganancias. Los sectores del campo, apoyados por los medios de comunicación y sectores políticos son ese ‘ellos’ a los que se refiere al comienzo; contra ellos se libra la batalla en la arena de la lucha de clases de la que habla Voloshinov (2009). Es decir: CA describe un “nosotros los intelectuales” alineados con un prodestinatario que sería el gobierno kirchnerista, versus un contradestinatario que serían los grupos concentrados, los medios de comunicación, la derecha: “Creemos indispensable señalar los límites y retrasos del gobierno en aplicar políticas redistributivas de clara reforma social. Pero al mismo tiempo reconocemos y destacamos su indiscutible responsabilidad y firmeza al instalar tales cuestiones redistributivas…” (Carta Abierta 1, 2009, p.3). Es decir que CA, sin adherir del todo a las políticas kirchneristas, entiende que son indispensables ciertas medidas contra los poderes concentrados a favor del pueblo.

Por último, es interesante ver los múltiples enemigos –contradestinatarios– que se presentan en este discurso. Es decir, CA no adhiere ciegamente a un sector, sino que aparecen como grandes cuestionadores del sistema, de lo viejo –década del ’90-, del campo y de la derecha concentrada. Si bien no consideramos al gobierno kirchnerista como contradestinatario, es importante remarcar las críticas que hace CA. Ellos se erigen, entonces, como los críticos que señalan lo que está mal vs un gobierno que no es neoliberal pero que no representa, acabadamente, los derechos de los trabajadores.

Apelación a la memoria colectiva

CA señala que se volvieron a abrir los canales de lo político, pero ya no “entendido desde las lógicas de la pura gestión y de saberes tecnocráticos al servicio del mercado, sino como escenario del debate de ideas y de la confrontación entre modelos distintos de país” (Carta Abierta 1, 2009, p.1). Ese modelo tecnocrático refiere a la década de los ’90, conocida como el periodo neoliberal bajo el gobierno de Carlos Menem. El discurso de CA está dialogando con ese pasado que forma parte del presente, el discurso histórico, económico y político atraviesa esta discursividad. Estos ‘discursos otros’ que aparecen en el de CA, corresponden a las condiciones de producción en términos de Verón.

CA postula que los medios de comunicación “privatizan las conciencias con un sentido común ciego” (Carta Abierta 1, 2009, p.2). El término privatización es característico de la época de los ’90, donde se privatizaron empresas estatales. Nuevamente se apela al pasado para mostrar la diferencia con el gobierno del presente donde ya no se privatiza, donde hay un Estado participativo; este nuevo panorama es descrito como “nuevo escenario político”.

También acá aparece otro contradestinatario claro: el gobierno neoliberal de Carlos Menem. Postulan un rechazo a las políticas de los ’90, postulan que por suerte el escenario se ha modificado.

En un sentido programático (Verón, 1987) CA plantea un escenario en el que hay que actuar, teniendo siempre presente el término “batalla cultural”, concepto gramsciano que aparece en varios pasajes de esta primera carta. El autor italiano aparece en CA, donde se usan sus términos de para situar el desafío que tienen los intelectuales en el campo político. Los intelectuales se autoproclaman como los intelectuales que exigen una necesaria “batalla cultural”, de “ideas”. Esto tiene estrecha relación con Pasado y Presente, dado que como planteamos anteriormente, la idea de librar una batalla desde la intelectualidad es un planteo que estuvo muy presente en los discursos de estos intelectuales.

Lo programático también surge cuando exponen la necesidad de “discutir y participar en la lenta constitución de un nuevo y complejo sujeto político particular, a partir de concretas rupturas con el modelo neoliberal de país” (Carta Abierta 1, 2009, p. 2). Surge nuevamente la relación con un pasado que fue negativo, que hay que combatir para que no vuelva nunca más. Este vínculo se verifica en la recurrencia del pedido de acción frente al avance de la derecha, en el rol que este sector ha jugado en la sociedad y en el compromiso al que deben sumarse los intelectuales. Su visión de mundo se opone a la visión neoliberal, a la de los medios concentrados, más bien están alineados con el gobierno kirchnerista pero más aun con el deseo de una batalla cultural que permita cambiar y profundizar la realidad.

Por último, es importante mencionar que CA señala la tarea que tienen los gobiernos latinoamericanos, que se encuentran en una “contienda cultural y comunicativa” (Carta Abierta 1, 2009, p. 2). Asoma nuevamente el otro enemigo: los medios de comunicación relacionados con los grupos concentrados. Este conflicto, para Carta Abierta, está presente en toda la región: “Esta problemática es decisiva no sólo en nuestro país, sino en el actual Brasil de Lula, en la Bolivia de Evo Morales, en el Ecuador de Correa, en la Venezuela de Chávez, en el Chile de Bachelet…” (Carta Abierta 1, 2009, p. 2).

7. CONCLUSIÓN

En este trabajo hemos reflexionado acerca de la importancia que tiene la categoría ethos para un análisis del discurso político en nuestras sociedades contemporáneas. Relevamos algunos de sus usos y teorizaciones a lo largo del tiempo desde la Retórica clásica de Aristóteles.

Más adelante, nos interesó reflexionar acerca de la importancia que tiene el análisis del discurso político en la actualidad, y cuál es la misión del “analista”.

Por último, hemos mostrado, en algunos ejemplos de la investigación en curso, cómo puede ser operativa la categoría ethos. Más allá de que el análisis estuviera centrado en la primera carta de este grupo de intelectuales, creímos relevante mostrar de qué manera este concepto puede pensarse en los discursos.

Es interesante observar la relación que tiene CA con el gobierno kirchnerista en sus inicios. Como dijimos anteriormente, este grupo de intelectuales aparece como una “tercera posición”, sin marcar al gobierno de Kirchner como su oponente, hace críticas no desdeñables para el análisis. Tiempo después, con el conflicto ya concluido y con el andar de CA, estos intelectuales parecen dejar de “dialogar” con el pensador crítico de los ’60 y ’70 y, más bien, aparecen como orgánicos al gobierno de turno

Entendemos que la categoría ethos fue muy útil para este análisis. Nos permitió ver de qué manera se configuran los sujetos intelectuales en sus producciones discursivas. Aseveramos que uno de los aportes de este trabajo es ver, cómo el ethos puede utilizarse para otros discursos, sean políticos o no, en tanto permite pensar la retórica en un sentido amplio. Esta noción sirve para hacer más fuerte la idea -idealista francesa, para algunos- de que no se puede pensar discursivamente en un autor empírico, sino más bien en figuras discursivas, como sostenemos los semióticos.

Para finalizar el tratamiento del ethos es insoslayable pensar que este trabajo nos sirvió para reflexionar las posibles –re– actualizaciones de esta categoría en nuestra actualidad.

Nos pareció más que enriquecedora la utilización de las herramientas de Eliseo Verón, dado que el autor proporciona elementos significantes para observar aquellas marcas que están alojadas en la superficie material del texto.

Resulta interesante seguir indagando sobre la discursividad política (e intelectual) en nuestras sociedades actuales, como así también observar retrospectivamente la configuración del sujeto intelectual a lo largo de la historia. En sintonía con Bourdieu, creemos que “el analista llega después de la batalla” (1991, p. 131) para tratar de observar marcas en los discursos que, desde una perspectiva bajtiniana, siempre estarán dialogando con nuestro presente y futuro.

Dada la extensión y pertinencia para esta publicación, no hemos podido ahondar más en este tema que, sin dudas, seguirá en el horizonte de todos los que trabajamos con el análisis del discurso político.

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  1. Esta escuela tuvo sus inicios en la década de 1960. Las inquietudes de esta corriente tienen su génesis en el estudio de la palabra política dentro del orden del discurso. Sus autores empleaban una metodología que combinaba la lingüística estructural con una teoría de la ideología marxista-lacaniana (Dagatti, 2012). Pêcheux es considerado el principal referente de esta corriente.
  2. En este trabajo vamos a centrarnos en la caracterización de ethos de este autor.
  3. Si bien el autor remarca la importancia de lo gestual del orador, vamos a centrarnos solo en lo lingüístico.
  4. Recupera esta distinción de Barthes y Ducrot.
  5. Hace referencia al rol intelectual a partir del encarcelamiento del capitán francés Alfred Dreyfus, condenado por “entregar” información a soldados alemanes. Un grupo de intelectuales, con Émile Zolá a la cabeza, reclamó por su liberación.
  6. Fue una revista literaria fundada por Ismael Viñas en 1953. Fue un emblema de la intelectualidad argentina a fines de los años ’50.
  7. Revista trimestral surgida en Córdoba, Argentina, en 1963, que pretendía encarnar una nueva izquierda en esta provincia –y en el país–, en ruptura con el dogmatismo de los partidos de izquierda nacionales.
  8. En el año 2002 fue el presidente provisional, Eduardo Duhalde, quien, junto a Roberto Lavagna como ministro de economía, tomó las medidas que permitieron dar los primeros pasos para la salida de la crisis. Duhalde llamó a elecciones generales por cuyo resultado fue electo Néstor Kirchner, quien comenzó su mandato el 25 de mayo de 2003. El colectivo que llevó adelante su candidatura se denominó Frente Para la Victoria.